martes, 25 de noviembre de 2008

Una persona muy especial



Diez años ya, en los que pasaron tantas cosas en tu vida como en la de todos los componentes del julio 1998, verdadera revolución en la historia boquense. Como lo fue el mayo francés del '68. Me piden que diga algunas cosas sobre vos y me pregunto: ¿De qué hablo primero? ¿Del jugador o del hombre? Voy a mezclar a medida que los recuerdos lleguen. Son tan diferentes como un derecho a un zurdo, pero uno le sirvió al otro en algunas circunstancias de la vida profesional y civil.

Como jugador, sos un imprevisible total. Hasta tal punto que pienso que algunas cosas que intentás, a mitad de camino las cambiás por iniciativa propia o por como se te paró el adversario de turno. Podés ser individual, como colectivo: pecando en las dos para bien o para mal, y ahora paso a explicarlo mejor. Cuando todo va bien, podes acertar en la elección: dominás el balón, mirás, encarás si podes encarar, para como siempre te dije: cara o ceca, pasás o te quedás.

Eufórico, sos capaz de pasar por donde nadie pasa, para luego asistir como muy pocos lo hicieron o lo hacen, sea por arriba o por abajo, colocando a tu partenaire en posición favorable y no complicándole la vida al que va a definir. Cuando te ponés nervioso, te empecinás y así perdés la tranquilidad y la claridad, chocando y discutiendo lo indiscutible. Y te transformás, dejás de ser el tipo lúcido que, manejando las situaciones más al límite, es ideal.

Cuando volví en el 2003, vos sabés que nos preguntamos los dos si éramos los mismos. Un año más tarde lo supimos. Si algo traté, desde el día que decidí ser entrenador, fue conocer lo más rápido posible a mis dirigidos como seres humanos y diferenciar bien a los buenos de los malos; los más bichos; los desconfiados; los inocentes; los naturales; los espontáneos; los solidarios; los positivos; los pasivos; los negativos. En suma, tratar de hacerles una radiografía a cada uno de ellos, los cuales a la larga o la corta, terminan mostrándose como son, para bien o para mal.

Dicho esto, voy a contar una situación clave en la Copa Libertadores 2003. Veníamos bien en los dos torneos, pero sabíamos que no había mucho resto como para bancárnosla, y fue fundamental, por consecuencia, definir la prioridad. En octavos, ir a pelear la vuelta a Paysandú era complicado, desde antes de que se jugara la ida en nuestra cancha. Y mucho más luego de la derrota por un gol, cuando nunca le encontramos la vuelta al partido.

Todo jugador tiene unos partidos por arriba del resto y la vuelta en Belén seguro que debe de estar entre esos partidos destacados de tu carrera. Aquí funcionó el orgullo mas profundo que tenés. Sabías que no había "tu tía", teníamos que tener todos una de esas performances que no se olvidan. Convertiste tres goles e hiciste hacer el cuarto, para luego de 90 minutos épicos decirte a vos mismo: sigo siendo yo, porque después de tantas lesiones cortas -que te sacaban ritmo y continuidad futbolística- las dudas seguramente estaban, a pesar de que uno desea no dar esa impresión.

Por un rato dejo de hablarle a Guillermo para contarles a ustedes algo que tal vez él no se recuerde. Una muestra de que, dentro de la apariencia de Guillermo "El Terrible", existe una persona agradable de tratar, con sus gustos bastante simples, con sus inocencias que se extrañan cuando uno lo conoce y ésta fue una de ellas. Era un partido en la Bombonera, donde Guillermo venía jugando bien. Pero en el segundo tiempo, entre un par de faltas no cobradas, un offside que no fue y un gol que se perdió, se completó un mix que comenzó a condicionarlo, acentuándole los nervios. Llegando al límite, voy y lo saco, y cuando pasó a mi lado lo felicité y le dije al oído: "Sacate los berretines que tenés en el balero". Se sentó y, después de beber agua y recuperarse, viene y me dice: "Disculpe Carlos, ¿me puede decir que significa berretines?". Me empecé a reír como un loco, para luego explicárselo.

Les dije esto porque con Guillermo al principio uno ve a alguien tímido, respetuoso, chispeante, despierto, honesto, medio desconfiado cuando no le gustó el palo, orgulloso en lo más profundo. A quien le da donde más nos duele el no poder lograr lo que desea, pero que igualmente hará lo imposible para lograrlo. Eso lo pinta en carne propia: detrás de esa imagen de molesto, canchero, fastidioso, que puede llegar a armarse quien no lo conoce, existe el otro, ese que les cuento más arriba. Ese es el verdadero. Un gran sentimental, que trata de no demostrarlo, pero que tarde o temprano, "se vende".

Para el final, mis felicitaciones por ser el jugador mas valioso del campeonato de EE.UU., donde aprendieron a comprender tu juego, que no es fácil de entender. En fin, un fútbol especial que terminó eligiendo a alguien, por qué no decirlo, muy especial.

Abrazo Guille. Chau, felicidades.

Carlos Bianchi

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