domingo, 12 de octubre de 2008

Que vuelva aquel Román...


Romance. Riquelme y su mejor versión en la Copa Libertadores 2007

Por Juan Pablo Varsky*

Para LA NACION

En 1998, Román hablaba poco y jugaba mucho. ¡Y cómo jugaba! La pisaba, gambeteaba, metía un cambio de frente, ponía un pase profundo y con ventaja para el receptor, hacía goles desde la medialuna del área, la dejaba colgada del ángulo en un tiro libre. Hacía todo dentro de la cancha. Afuera, tenía poca relación con la prensa. Desconfiaba de todos. De vez en cuando aceptaba un reportaje, pero "sólo para hablar de fútbol".

Su carrera había cambiado definitivamente con la llegada de Bianchi. En el Apertura '98 mostraba su mejor versión. Comenzaba un formidable período de tres años y medio de rendimiento notable, por calidad y por continuidad. Sólo era noticia por lo que producía dentro de la cancha. El festejo del Topo Gigio dedicado a Macri en un clásico ante River por el Clausura '01 resultó un episodio simpático. Reclamó por la inclusión de Delgado en la Intercontinental 2000, pero Bianchi lo frenó en seco como a Palermo, sponsor oficial de Guillermo Barros Schelotto. Era mucho más influyente en la cancha que en el vestuario. Pero algo empezó a cambiar a principios de 2002. Carlos Bianchi ya se había ido de Boca y ningún integrante del equipo sufrió tanto como él la salida del entrenador. Oscar Tabárez se encontró con otra cara de Riquelme. Presionaba para irse del club, no siempre se entrenaba a la par de sus compañeros y se desgarró en un partido de Copa Libertadores justo antes del 0-3 ante River (vaselina de Rojas). El plantel había cambiado respecto del ciclo 1998-2001 con ausencias importantes: Ibarra, Arruabarrena, Cagna, Palermo y Basualdo, auténticas referencias para los más jóvenes.

Más escuchado por sus compañeros, aprendió a utilizar al periodismo para mandar sus mensajes. El domingo 19 de mayo de 2002, se despachó en Radio Mitre: "En Boca me quieren complicar la vida. Pensé que hoy iba a jugar. Tenía una ilusión muy grande de despedirme acá. Porque en la Argentina no puedo seguir siendo futbolista. Había hablado con el técnico y le dije que mi familia sufría y que quería jugar contra Olimpia y contra Newell's. Yo siempre quiero jugar". Riquelme estuvo ante Olimpia en Asunción y nada pudo hacer para evitar la eliminación de Boca contra el equipo de Julio César Cáceres, duro rival de aquella noche.

Tabárez nunca pudo disfrutar del mejor Román y no lo incluyó en el último partido del Clausura '02. El 10 estalló. "Boca no me dejó ir. Estoy cansado de que me quieran hacer quedar como un hijo de p... Tengo en mi casa el documento firmado por un dirigente de Atlético de Madrid que dice que el pase se cayó porque los dirigentes de Boca no aceptaron la oferta". La respuesta de los dirigentes llegó en ese mismo furioso domingo: "Quiero que en 48 horas Riquelme me muestre el precontrato o las negociaciones que tuvo por escrito con el Atlético. Y si Boca interfirió con su pase, yo me voy a mi casa". ¿Saben quién dijo esto? Pedro Pompilio, en ese entonces vicepresidente del club.

Hoy presidente, Pompilio está dispuesto a "morir" con Riquelme. Considera que es extraordinario, indiscutido y que sus compañeros deberán entenderlo. Contratarlo en U$S 15.000.000 ha sido su acto de gobierno más importante. Ya no puede cambiar el sentido de su gestión. El primer semestre de 2002 fue el peor de Riquelme en Boca. Jugó poco y habló mucho. En abril, le pegó una trompada inolvidable al volante de Banfield Santa Cruz que quiso jugar al proctólogo con él. Y, finalmente, se fue a Barcelona. En el Barça, se topó con Van Gaal, el entrenador que no lo había pedido. Nunca jugó en su puesto (él es enganche o nada) pero tampoco se rebeló dentro de la cancha.

La llegada de Ronaldinho lo corrió a Villarreal. De entrada, Benito Floro, su nuevo DT, le advirtió: "Debe mejorar en función del colectivo. Participar más en el juego. Lo que fue en Boca, fue en Boca". Una temporada más tarde, Floro se fue, lo acusó de falta de compromiso y le puso la etiqueta de "caprichoso".

En agosto de 2004, Pellegrini asumió en Villarreal. Lejos de mimarlo y consentirlo, le exigió respeto, compromiso y rendimiento como a cualquier integrante de su plantel. Riquelme ofreció su mejor versión "europea" en el ciclo 2004-2006 y llevó al Submarino Amarillo a una histórica semifinal de Liga de Campeones. Jugaba mucho y hablaba poco, como en los mejores años de Boca.

Sin embargo, el penal errado ante Arsenal en la Champions y el rendimiento menor al esperado en el Mundial de Alemania lo afectaron negativamente. Otra vez eligió medios amigos para mandar un mensaje y renunció a la selección tras el amistoso ante Brasil para que a su mamá no le afectaran las críticas.

En diciembre de 2006, Pellegrini se cansó de sus posturas de divo. El presidente Roig miró por el espejo retrovisor y recordó todo lo que le había consentido: licencias para no entrenarse, permisos de una semana para estar con su familia en Buenos Aires, una pelota más liviana, escuchar música durante una charla técnica, tener estacionamiento propio y no participar de prácticas voluntarias.

Cuando Villarreal ganaba, nadie cuestionaba estas concesiones. Riquelme las hacía valer dentro de la cancha. Pero bajó drásticamente su nivel, el equipo empezó a perder y saltaron los tapones. Roig decidió "morir" con Pellegrini. Sus compañeros de este Boca tampoco avalan los privilegios. Cáceres y compañía están seguros de que no son la consecuencia de buenas actuaciones sino todo lo contrario: la causa de las malas. El paraguayo cometió el error de hacerlo público, pero reflejó el sentimiento de la gran mayoría del plantel, que destaca y extraña el liderazgo positivo de Palermo, ausente por lesión. ¿Se animarán los jugadores a respaldar al zaguero o seguirán temerosos del ídolo de la hinchada?

Este Riquelme nada tiene que ver con aquel que regresó a Boca en el primer semestre de 2007. Aquel estaba hambriento de revancha y de desafíos personales. Sin lugar ni en Villarreal ni en la Selección, necesitaba demostrar que no estaba muerto. Hoy, en cambio, sabe que jugará siempre, sea cual fuere su condición física. En Boca y en la selección porque Pompilio y Basile "morirán" con él.

En 2007, no tenía resuelta su situación profesional, vivía lejos de sus amigos y el préstamo con Boca era la última oportunidad para cambiar la historia. Hoy tiene un contrato garantizado hasta junio de 2010 a tres millones de euros por temporada. Hace lo que quiere y tiene todo a su alcance. Sus rendimientos difieren tanto como sus momentos personales.

En 2007 la rompió y sólo le faltó hacer llover. Cuando está bien, es indiscutible. Pero en 2008, apenas mostró un gran nivel ante Atlas, en Guadalajara, y algunos destellos en otros partidos. Aquel volaba. Hoy no tiene respuestas, sobre todo en los segundos tiempos.

Para Riquelme es fundamental estar bien físicamente porque no tiene un cuerpo privilegiado. Se le notan mucho el cansancio y la falta de ritmo. En el primer semestre de este año se desgarró el aductor derecho y estuvo un mes sin jugar. Se puso solo en los Olímpicos, volvió con la dorada y, sin descanso, pidió jugar la segunda final de la Recopa contra Arsenal. Con él en la cancha el equipo sólo ganó uno de siete partidos, ante Newell s en Rosario (empató 3 y perdió los otros 3). Sin Riquelme, Boca está invicto. Ganó 5 y empató 1, con 16 goles a favor y 2 en contra.

En 2008, entre selección mayor, Sub 23 y Boca, jugó 36 partidos y marcó 7 goles. En los números y en el juego, pierde por goleada en la comparación con 2007. Hoy influye mucho más en el vestuario que en la cancha. Se refiere a sí mismo en tercera persona, no se entrena a la par de sus compañeros, los manda al frente cuando se equivocan, les marca el territorio a los chicos del club invitándolos a comer, se fastidia con los periodistas que le hacen preguntas y sólo contesta los "centros" de los amigos. Tenemos un problema: en 2008, Riquelme habla mucho y juega poco. ¡Volvé Román, te extrañamos!

*Publicado en diario La Nación el 10 de octubre de 2008

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